Perdí mi personaje… y me encontré

No estaba previsto que doliera. Estaba probando un prototipo: “Animal Haven”, un juego narrativo con espíritus forestales y recuerdos ocultos, cuando mi archivo guardado desapareció. No corrupto. No por error.

Desaparecido.

El personaje que había cuidado semanas—el que hablaba en acertijos, llevaba armadura de musgo y recordaba cada sendero olvidado—se fue como el vaho en el cristal.

Y sin embargo… algo dentro de mí se abrió.

El silencio tras el final del juego

No grité. Ni siquiera maldecí.

En cambio, estuve sentado en silencio casi una hora, mirando la pantalla vacía como esperando que hablara.

Entonces lo entendí: Esto no era un fracaso. Era una rendición. Algunos finales no son errores: son invitaciones. A recordar lo enterrado bajo el rendimiento y el progreso. A sentarnos con la ausencia sin arreglarla. A luchar no solo por personas, sino por versiones de nosotros mismos que ya no encajamos.

El bosque siempre fue un espejo

“Animal Haven” no era solo sobre símbolos o RTPs o giros de alta volatilidad. Estaba construido sobre resonancia emocional—cada criatura representaba una emoción reprimida: la zorra como duda, el ciervo como anhelo, la lechuza como recuerdo demasiado pesado para llevarlo.

Mi personaje? Era la encarnación del duelo—the uno que caminaba solo por claros lluviosos, dejando huellas que se disolvían antes de ser seguidas.

Cuando desapareció… también desapareció mi negación de su presencia en mí todo ese tiempo.

¿Para qué sirven los juegos? (Además de ganar)

Hablamos mucho de mecánicas—RTPs, RNGs, rondas bonus—but raramente sobre lo que los juegos hacen con nosotros más allá del entretenimiento. The forma en que ecos nuestra soledad. Cómo nos permiten ensayar la pérdida con seguridad antes de que la vida nos exija directamente. La manera en que proyectamos nuestros mundos internos sobre animales pixelados y llamamos eso ‘juego’. The verdad es más sencilla: los juegos son espacios rituales donde podemos probar identidades como ropa vieja—y luego dejarlas atrás cuando ya no las necesitamos.

La sanación no es lineal. Es recursiva.

Después de ese día, dejé de diseñar juegos para ‘ganar’. Ahora diseño para durar—para mantener espacio para los finales sin castigar al jugador por sentirlos. The juego no está roto porque alguien pierda su archivo guardado. Está completo porque alguien finalmente se recuerda a sí mismo a través de su ausencia. The jugador no necesita victoria—they need recognition: you were here; you mattered; you’re allowed to fade away sometimes and still be whole afterward.

Entonces… ¿qué pasó después?

The next morning, I wrote down everything she said during her journey—not as code or asset notes—but as poetry from a lost soul trying to return home through stories only she could tell.I turned those fragments into an illustrated micro-story titled “The Last Keeper of Hollow Grove,” published anonymously on my community platform.” > “Dicen que los bosques olvidan nombres. > Pero no el mío. > No después de que me llevaras a través de cinco temporadas del silencio.” I didn’t expect anyone would respond—but over 120 people shared their own losses: characters lost online; pets forgotten; childhood selves abandoned out of necessity; dreams deferred but never erased.” > “Perdí mi avatar hace una semana,” one wrote,_ “y lloré más fuerte que cuando pasó mi padre.”_ The truth is simpler: games are ritual spaces where identity can be tried on like old clothes—and then left behind when no longer needed.