Mi primer juego y la selva silenciosa

Hice mi primer juego a las 3 a.m. con una laptop dañada, auriculares puestos y la lluvia golpeando la ventana como un tambor de selva. No era sobre RTP ni RNG—era sobre el silencio tras la última victoria. El tipo de calma donde tu respiración prende fuego—not porque seas bueno, sino porque te atreviste a sentir.

Mi padre escribía poemas sobre bestias que lloraban bajo la luna. Mi madre codificaba juegos donde símbolos bailaban como huellas de leopardo en estática de VHS. No teníamos dinero. Teníamos ritmo.

Solía pensar que el éxito era nivelar—pero luego jugué.

¿La verdadera magia? No está en la ronda bonus. Está en el glitch—cuando tu avatar se detiene… y por un momento—solo ríes.

Me uní a un foro anónimo hace semana y publiqué: ‘Hice mi primera arte pixel anoche.’

Alguien respondió: ‘Ese juego me hizo llorar… y no estoy triste.’

Fue entonces cuando supe: esto no es sobre ganar. Es sobre quedarse salvaje lo suficiente para oírte respirar otra vez.

No necesitamos habilidades para empezar. Solo esto: aparecer—with tus cicatrices como texturas, tu silencio como sonido, tu miedo como fuente.

La selva no le importa si eres rico. Le importa si eres real.