El Juego que Sanó mi Soledad

Recuerdo mi primer día en el estudio: rodeado de tabletas Wacom y pizza media consumida, tratando de explicar por qué los jugadores siguen clickeando «solo una vuelta más». No diseñé juegos. Diseñé sanar la soledad con conejos pixelados y cerdos bailando bajo praderas lunares. En Animal Crossing, RNG no es azar: es ritual. Cada saludo lleva peso emocional porque entrenamos para buscar control, no caos. Mi abuela polaca me enseñó que la suerte no se da: se construye. Cuando los jugadores pasan 30 segundos recogiendo monedas virtuales, no apuestan: lloran con suavidad. Celebran en silencio. Llamo a esto «Escudo Alegre»: no por seguridad, sino por curación. El «Pulso Feliz» no trata de ganar; trata de marcar tu respiración entre pérdida y risa.